En la vida hay que intentar, hay que hacer, creo que es incluso más importante que lograr un cometido. Obviamente hay que prepararse, pero las cosas siempre pueden salir bien o mal de cualquier manera. Lo importante es haber dado lo mejor de uno.
La siguiente es una traducción de la parte más conocida del discurso de Theodore Roosevelt en La Sorbona de París en 1910 . Este texto ha entrado en la cultura popular debido a que ha sido repetido por políticos, en charlas de TED talks, canciones y hasta en el cine.
Creo que es una oda al emprendedor, pero no sólo al que comienza una empresa comercial. Sino al que comienza cualquier proyecto que lo saca de su zona de confort. El hacer algo distinto puede generar reacciones (positivas o negativas), pero que al final importan menos que el hecho de que la persona lo intente con esfuerzo y pasión.
Si bien la analogía a las arenas romanas en un texto de hace más de un siglo puede a veces sonar fuerte hoy en día, cuando se interpreta entendiendo el contexto en el que fue dicho creo que tiene valor. Probablemente si fuera escrito hoy sería sobre algún deportista. Pero más allá de eso, creo que su esencia es clara: hay que intentar, hay que hacer.
A continuación la traduccion.
El hombre en la arena
No es el crítico quien cuenta; ni aquellos que señalan cómo el hombre fuerte se tambalea, o en qué ocasiones éste último podría haberlo hecho mejor.
El reconocimiento pertenece realmente al hombre que está en la arena, con el rostro desfigurado por el polvo, sudor y sangre; al que se esfuerza valientemente, yerra, y da un traspié tras otro, pues no hay esfuerzo sin error o fallo.
A aquel que realmente se empeña en lograr su cometido; quien conoce grandes entusiasmos, grandes devociones; quien se consagra a una causa digna; quien en el mejor de los casos encuentra al final el triunfo inherente al logro grandioso; y que en el peor de los casos, si fracasa, al menos caerá habiéndose atrevido con fuerza a intentarlo.
De manera que su lugar jamás estará entre aquellas almas frías y tímidas que no conocen ni la victoria ni el fracaso.